Desde tiempos antiguos, el sonido ha sido parte de rituales y ceremonias que forjaron un medio para estimular el balance: físico, mental y emocional. Actualmente, se ha determinado que las combinaciones de sonidos específicos influyen el sistema nervioso autónomo, a través de una modificación en la vibración celular, que fortalece el sistema inmunológico y reduce —notoriamente— los niveles de estrés.
En su libro “Medicina del sonido. Musicamento para el alma” el músico, compositor y sonoterapeuta David Villar realiza un estudio sobre las cualidades físicas y terapéuticas del sonido, la importancia del silencio, los instrumentos y las técnicas más utilizadas en la sonoterapia.
Una técnica ancestral proveniente de Asia, son los cuencos tibetanos. Su historia comienza hace unos 3.000 años. Aunque, realmente tienen un origen impreciso, se cree que procede de la fusión de las culturas Budista y Shamanica. Según el gran maestro bodhisattva tibetano Gwalwa Karmas, emiten el sonido del vacío: como una manifestación del universo.
Estos artefactos son hechos de metal, en forma de tazón y con un sonido similar al de una campana. A lo largo del tiempo, se han usado para la meditación, la introducción al trance y la relajación.
Generalmente, son fabricados por una fusión de 7 metales (plata, oro, mercurio, estaño, plomo, cobre y hierro) que reflejan los sonidos de la naturaleza. Los cuencos emiten sonidos con ayuda de un mazo o una baqueta de madera (cubierta de goma, silicona o algodón). Según el material que cubra la baqueta, se determina un sonido más agudo o más grave.
Han sido —históricamente— fabricados en el Tíbet, Nepal, India, Bután, China, Japón y Corea, sus tamaños oscilan entre los 10 cm. de diámetro hasta incluso un metro. Los más conocidos miden entre 20 y 30 cm de diámetro.
El estudio de sus efectos curativos, surge a partir del cerebro. Como un órgano electroquímico sus funciones se basan en la actividad eléctrica generada a través de las neuronas. La terapia vibracional, estimula estas ondas cerebrales (alfa, theta o delta) creando el “sonido binaural”.
Esta resonancia, entra como un tipo de “droga auditiva” de forma sanadora. El efecto sonoro, fue descubierto en 1839, por Heinrich Wilhelm Dove. El oído izquierdo es de 400 Hz, el oído derecho 410 Hz, el pulso binaural resultante de 10 Hz, por lo cual se alteran las ondas cerebrales hasta la “zona mesolímbica” (fundamental en la captación y experimentación de sensaciones de placer y gratificación).
También, existe una estimulación vibracional al sistema nervioso parasimpático, que es aquel que nos permite volver al estado de reposo tras un proceso estresante.
Según la medicina tradicional china, el cuerpo se repone no por dormir, sino por el reposo y la quietud. El insomnio es, en gran medida, una consecuencia del estrés y ansiedad.
Los cuencos son una entrada para ejercer el silencio. Una vez que permiten el estado de relajación, la práctica del silencio es una forma de autoconocimiento, desarrollo integral, manifestación de la creatividad e identificación de las señales del cuerpo con claridad.
Como sociedad, hemos subestimado el mal que genera la contaminación auditiva. No obstante, la OMS tiene un ranking de las 10 ciudades más ruidosas, en las cuales, existe un vínculo coincidente con una tasa de mortalidad alta.
El ruido agota. A diferencia de otros elementos contaminantes, no deja residuos, pero sus consecuencias provocan efectos muy variados, que van desde simples molestias, hasta problemas clínicos irreversibles o alteraciones psíquicas severas.
Asimismo, existen sonidos que ayudan al control mental en un nivel subconsciente, para remover bloqueos o traumas que generan desbalance (físico, químico, emocional, etc.).
El efecto de la música sobre la conducta humana como fenómeno social —observado desde la neurociencia— mostrado con la capacidad de modular la actividad en cualquier estructura cerebral, a nivel emocional. La modulación con los cuencos se rige bajo el principio de resonancia. Esto designa la capacidad que tiene una frecuencia de modificar a otra frecuencia.
Cuando se fusionan las prácticas ancestrales con las justificaciones científicas, además de ser comprendidas como realidades fantásticas, se encuentran mecanismos para resolver diferentes problemáticas y crear balance en el individuo y su sociedad.