Tlaltecatzin

Episodio de un solo canto[1]

Por: Hernández, Miguel.
donwosh@gmail.com

“Ojos nunca vieron la mar tan talta, fea y hecha espuma.”
Cristóbal Colón

Tratando de lograr, al menos, algún tipo de hermenéutica que sin violar ninguno de los límites de mis jurisdicciones personales, sociales y filosóficas puedan explicar si es posible hallar filosofía o aproximaciones de ella, dentro de las estrofas del poemario Tlaltecatzin[i]  me aventuro. No poseo mayor pretensión que no sea la de navegar sobre la senda oscura y desconocida de mi formación como pensador independiente que interpreta lo que le deviene desapegado de todo prejuicio y compartirlo con quienes pueda interesar. También deseo poder vislumbrar nuevas meditaciones que, en la medida de lo posible sirva de aporte positivo y benéfico para la denominada: “filosofía en México” un tipo pensamiento que se deja de lado por contemplar las doctrinas accidentales.

war between 2 forces

Muchas veces suelo pensar que: “Hacer filosofía es estar a solas y descender sobre sí mismo”. Esta afirmación no la he tenido que haber percibido dentro de algo que haya encontrado bien leer, esta aseveración surge después de haberla podido confirmar con el experiencia misma de acaparar momentos de urgencia y necesidad de poner en cuestionamiento todas las creencias que poseo ¿son mis pensamientos o son pensamientos  de otras personas?  La verosimilitud de la cuestión, suena interesante, pero, lo complicado surge cuando llega el momento preciso de explicarlo mediante una ética praxis. El poema tlaltecatzin comienza diciendo: “En la soledad canto yo” pero tal soledad no debería entenderse estrictamente en la acción simple de hallarse solo en algún espacio determinado, sino ontológicamente, como un “pienso luego existo” (Descartes) que trate de colocar el conocimiento claro y distinto de las cosas y reconocer a la mente como alma (Scheler) y así, través de ella, poder aspirar a su proyección a las ideas (Platón) a través de la meditación dialéctica con uno mismo. En el poema se dice: “A mí mismo me abandono”, pudiendo logrando esto último por medio de la suspensión de dualismos, es decir, al suprimir los prejuicios sobre lo que se razonamos y percibimos como real e inmediato  en la naturaleza o sobre uno mismo, entonces, podría surgir desde la subjetividad un canto verdadero que nacerá desde el interior, luego se puede proyectar hacia el exterior convertido en arte, literatura, música o filosofía, en fin, vuelto cultura.

Hablando ahora un poco acerca de Mesoamerica, tratando de contextualizar el poema, muchos expertos en la materia reconocen  que el cacao poseía grandes estímulos en quienes bebían de ese brebaje, pues poseía la cualidad de abrir la visión de “su mundo” y de su propia mente conectada directamente con el cosmos. Tal como se puede llegar a demostrar en el filme Chocolate[2], el cacao mostraba parte de su devenir; mismo que para los antiguos Aztecas y el mundo prehispánico, en aquel tiempo, pintaba trágico y despótico; por la caída del imperio, por un lado, y por el sometimiento español, por otro. En ese orden de ideas el cacao poseía mayor valía respecto al oro; no como el viejo mundo, pues por la fiebre de oro nos colonizaron.

chocolat

Así pues en mercados, como el de Tlatelolco, el jade, el quetzal y el cacao tenían mayor demanda y más valor que la vida humana y entre las líneas de este canto se reafirma “¿tal vez grandes jades, extendidos plumajes son acaso mi precio?”. Moctezuma, acostumbraba todas las tardes pretéritas a la noche triste beber del revitalizante cacao. El cacao pues, dicho sea de otro modo, significó un estimulo que permitía crear la vida y su misticismo; crear cantos y tributos cosmogónicos. Luego se dice: “El floreciente cacao ya tiene espuma” y es posible que la elevación, metafísicamente hablando, sea la proyección hacia el exterior convertido en artes y cultura, tal como se mencionó en el párrafo anterior.mercado 1

De entre estas estrofas de este canto también se ubican tópicos como la fatalidad, dilemas entre la vida y la muerte, entre el jade y  el yo[3]: “que sea así, y que sea sin violencia” voluntariamente aceptaban el destino de vivir corrompidos por el mundo y el darla vida como tributo necesario y poco suficiente para preservar la vida y el cultivo de la misma. Suena un tanto platónico lo que escribo, al menos desde mi humilde concepción contemporánea con sus perpendicularidades y quizá, similitudes.

Entonces, grosso modo he iniciado una búsqueda que con afán he ambicionado desde antaño, desconocía el epicentro y aquello limitaba mi sentido y orientación; nunca me vi limitado en convicción. Conviene seguir meditando respecto a querer saber si puede inferirse algún tipo de pensamiento o acercamiento de índole filosófico y cómo es que éste ha trascendido generaciones de violentos intentos por adquirir o recuperar una identidad de lo mexicano que, a mi parecer, seguimos sin conseguirlo. En otros momentos nuestra nación ha tendido a extranjerizarse, unas veces se afrancesa; otras, españolea; luego intenta leer la filosofía en alemán porque un día alguien dijo que así debe leerse, pero,  pocas veces nos mexicanizamos. Octavio Paz habla de ello en su laberinto, no es un intento más él ha dado en el clavo y sigue el hilo conductor, pero, pocas veces unos cuantos se sensibilizan con su propia desgracia teniendo que interesarse por la ajena. Francia tuvo su gran revolución; España, un enfrentamiento civil y años de disputa religiosa; Alemania, sus dictaduras, culpas y traumas. Todo esos accidentes nos duelen a todos como ciudadanos del mundo, pero, en México no valoramos el sentido patriota de luchar y defender lo propio.

Vale mucho la pena, lo digo a titulo personal, reconstruir historicistamente el “el pensamiento mexicano y sus formas de hacerlo” si partimos desde lo que tenemos de nuestros ancestros prehispánicos, la raíz primera que sostiene el árbol de la vida, puede que en reinterpretaciones podamos hallar respuestas que sirvan de parámetros validos y recursos que permitan en tiempos “modernos” abolir la esclavitud estulta de nuestra nación que continua frenando las verdaderas revoluciones sociales en nuestro país y en América latina.

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  • [1] León-Portilla, M –Tlaltecatzin, Quince Poetas, Diana, México 1994.

[2] Película dirigida por Lasse Hallström

[3] cometiendo anacronismo por voluntad para fines y usos prácticos.


  • [i] Tlaltecatzin de Cuauhchinanco fue señor de Cuauhchinanco, señoría chichimeca dominado por Tezcoco, en el actual estado de Puebla, durante el siglo XIV que dejó diversas obras literarias notables en náhuatl. El cronista Ixtlilxochitl, menciona que fue contemporáneo de Techotlala, señor de Tezcoco entre 1357 y 1409. Tlaltecatzin llegó a ser un destacado cuicapicqui ‘compositor de canciones’ de la corte. (León-Portilla, M.: Fifteen Poets of the Aztec World. Norman: University of Oklahoma Press, 1992.)

 

1 Comment

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