Por Miguel Hernández B.
Vive y haz que el viento nos haga chocar alguna vez, de nuevo.
Esta es una historia rara acerca de una mariposa que reposaba sobre la cama de un hombre, mismo, que más tarde se convertiría en el opresor de los hambrientos.
Para ese entonces me encontraba estimulando mi mente con meditaciones para poder disfrutar de un gran sueño creador…, cuando de repente, pude darme cuenta que me observaba atenta una mariposa; con sus colores marrón y negro, sus antenas eran largas y sus alas tenían aspecto tan simétrico como los espejos. La exploraba con tal atención, la mirada ya no le quitaba de encima que, quizá, pudo sentirse acosada por mi observación, prefirió mejor arrancar su vuelo con dirección hacía aquella pared, llena de rayones y aforismos, donde permanece aquel cuadro grande pintado abstractamente al oleo, parece que es un cuerpo, algo como un cadáver cayendo sobre un vacío, precipitándose por un abismo, sin embargo su cara aparentaba satisfacción, como si fuera para él, o ella, todo un placer caer sin sentido y sin control, sin nada más que la espera de algo que quizá no llegaría a realizarse nunca.
En realidad ese cuadro no me agrada mucho, pero, con nada más cercano se le pudiera sustituir le conservo, entonces, hasta aquella pared y sobre aquel cuadro había ido a parar la mariposa.
Por mi parte, estaba reposado sobre mi cama, permanecía y escribía, como casi todas las noches, en esta ocasión optaba por escribir “las buenas, que malas nuevas” es decir, cuando uno reconoce que vive y comparte con los demás una realidad decadente, por lo mismo podría decirse también, deprimente. Entonces, Justo me pregunto: ¿qué es lo que de mi debe hacerse para generar ideas de cambio radical, en pro de de lo humano?… fue entonces, cuando no pude continuar, un sonido extraño me distrajo, me dirigí lo más próximo a tal sonido, entonces caí en cuenta que una araña, al parecer, viuda negra; esas conocidas por sacrificar al macho, luego que el rito de apareamiento es concluido, ademas, tienen fama de contar con un veneno casi mortal. Por tal, Aquellas características del caso y su posible resolución, me permitieron poder pensar que quizá estuviera en peligro la mariposa. Cuando vi que la araña pudo envolver parcialmente el ala izquierda, fue entonces cuando, como pude, logre zafarla de aquel escollo, pero la araña ataco de nuevo, esta vez con más brutalidad, pero nuevamente sin éxito; tenía un apetito tan feroz que no podía permitir perder la posibilidad de acabar con tal martirio de una vez por todas, pero, de nuevo, con todo atrevimiento me interpuse, provocando que la mariposa cayera al suelo estrepitosamente, aun permanecía cubierta el ala con telaraña, por tal no podía volar.
Fue entonces cuando después de poco pensar decidí, levantar-la de dónde estaba, con la punta de este lápiz que redacta este mismo texto que ahora se lee. Así fue, como pude des-ocultar de nuevo el ala inhabilitada, y a los pocos segundos por fin se reintegra a su vuelo, pero pudiendo volar hacia cualquier otro sitio, se dirigió de nuevo aquel lugar, a aquella pared llena de bitácoras y máximas; por muchos considerados sólo rayones y aforismos, hasta allá fue a dar de nuevo, donde habita aquel cuadro grande pintado al oleo, parece tener una imagen abstracta que denota, entre tantas cosas, un cuerpo con brazos extendidos y cayendo por un vacío, y a pesar que esa ir por esa vía que parece tortuosa, su cara perece mostrar facciones de felicidad, quizá por acepción de su dirección, siempre incierta. Hasta allá estaba la mariposa, entonces, sin pretender acosarla de nuevo, me le acerque y justo cuando pude percibir nítida mente sus ojos, me detuve y le alcé la voz; pensando absurda-mente que me pudiera escuchar, diciendo: ¿hice bien en salvarte, o erré al no dejarte ser alimento de esa araña?…
Acto seguido regrese a mi cama, retome el lápiz, tome este papel y comencé a escribir esta historia, misma que en este punto concluye. (FIN)